En la década de 1920, los señores Mitchell y College, que trabajaban en la Cerro de Pasco Corporation, lograron concretar su deseo de disfrutar uno de sus hobbies: la pesca. Para ello importaron huevos fertilizados de trucha (de la variedad arco iris) que lograron reproducir, para después “sembrarlos» en una laguna y río cercanos a La Oroya. Poco después encontraron el primer ejemplar ya adulto en el río y empezó la historia de la trucha andina. (Proceso no exento de polémica ya que es una especie depredadora). Posteriormente se entregaron 50 unidades al Centro Piscícola Ingenio donde se comenzó a desarrollar esta actividad. Después se desarrolló esta especie en Puno, que se ha convertido en un centro importante.
Hoy se venden en supermercados tanto enteras y en filete como ahumadas en lonjas. La trucha ahumada es muy versátil: de piqueo, como el que preparamos hoy (con alcaparras, cebolla blanca y eneldo), para ensaladas, en canapés, para mousses o terrinas, pasteles o quiches, con bagel o pan de centeno y queso crema, para una pasta, etc.