Fue hasta 2018, por más de 15 años, nuestra panaderia de barrio. Durante la semana comprábamos pan en Vivanda o Wong. Pero los sábados o domingos no fallábamos: rosetas con mantequilla Laive y jamon del país y cachitos de mantequilla. A veces baguette, pastel de acelga o empanadas. Ahora estamos un poco más lejos (ya no a 3 sino a 30 cuadras), pero cada tanto procuramos repetir el ritual.


Una de las claves es conocer la hora de salida de los distintos panes para disfrutarlos en su mejor momento. Después ir corriendo a la casa y, con orgullo casi infantil, que todos comprueben que el pan ha llegado muy caliente dentro de la bolsa.